martes, 31 de mayo de 2011

REACCIONES DESDE EL TENDIDO – Tomas Campuzano: “El triunfo va a venirle como agua de mayo”

LUIS ÁLVAREZ: "Los dos toros de Eugenio de Mora han sido imposibles. El que abrió plaza, además, hizo cosas de como si hubiera estado tocado o tentado en el campo porque no era normal cómo se fue al pecho del torero en tres o cuatro ocasiones. El otro tampoco tuvo un pase. La suerte en el toreo es un factor clave y Eugenio de Mora no ha tenido suerte esta tarde. Tampoco la ha tenido Javier Cortés, que ha estado muy decidido con sus dos toros pero entre las complicaciones de los toros y el viento, que ha molestado también mucho, el muchacho no ha podido lucir. El que ha resuelto la papeleta perfectamente ha sido César Jiménez. Su primero ha tenido mucha clase y calidad y César lo ha toreado muy bien. La oreja ha sido merecida. Al otro, que salía con la cara alta y tiraba un gañafón en cada viaje, lo ha entendido, ha estado muy decidido y lo ha matado bien".

TOMÁS CAMPUZANO: "Me ha gustado mucho el segundo toro, ha sido muy bueno, repetidor y ha embestido con gran categoría. También el quinto, el sobrero de Carmen Segovia, ha aguantado unas cuantas tandas buenas. El torero, César Jiménez, ha estado como en sus mejores momentos y el triunfo va a venirle como agua de mayo. Ha estado con los dos muy medido. A su primero le ha toreado bien y le ha entendido desde el principio. La pena ha sido que no haya podido sacarse el animal a los medios porque si no igual le habría cortado las dos orejas. El otro lo ha toreado lo que le ha aguantado el animal. Ha controlado bien los tiempos porque el animal había momentos que se asfixiaba de lo hondo que era y le ha sacado el máximo partido. En realidad me ha gustado mucho la actitud de los tres toreros aunque es evidente que el mejor lote se lo ha llevado Jiménez. Los toros de Cortés y de Eugenio de Mora no les han dejado más que mostrarse dispuestos y queriendo".

FRANCISCO JOSÉ PALAZÓN: "La puerta grande ha sido polémica pero para mí muy justa y muy merecida. César ha estado muy correcto, ha hecho faena a sus dos toros y los ha matado de dos espadazos. ¿Qué peros puede ponerle la gente? Me alegro mucho por él y ojalá algún día yo también pueda salir a hombros de esta plaza. Su primero ha sido muy bueno pero la corrida en general no me ha gustado. El mejor sin duda ha sido ese primero de Jiménez pero también hay que recordar que desde el principio todo el mundo le ha hecho muy bien las cosas y se le ha medido en todo momento. El otro de César ha salido con la cara más por arriba pero la gente ha arropado bien al torero, que ha estado muy entregado toda la tarde. Venía con ganas de ver a Javier Cortés pero su lote no ha dado ninguna opción y el lote de Eugenio de Mora además de no servir ha sacado peligro".

RAFAEL AZOR: "El 7 se ha puesto en contra de la salida a hombros pero César ha estado muy bien, quizá en su segundo la faena ha sido menos redonda pero es que el toro no ha tenido nada que ver con el otro. Su primero ha sido extraordinario, seguro que va a estar entre los mejores de la feria por su calidad, humillación, profundidad, fijeza... Ha tenido muchas cosas buenas. Y el otro aunque se ha dejado, pasaba siempre sin humillar y la labor del torero no podía ser igual de lucida. Con la espada ha estado cumbre así que nadie puede decir que el torero no haya estado bien. Oportunidad que ha tenido, oportunidad que ha aprovechado. Luego, los lotes de De Mora y de Cortés no han tenido ni un pase. Han sido muy malos, deslucidos y con las caras sueltas". / ÁNGEL BERLANGA - Redacción APLAUSOS

CÉSAR JIMÉNEZ: "No es un milagro, lo venía buscando y ha sucedido"

El diestro madrileño César Jiménez ha abierto la puerta grande de la plaza de toros de Las Ventas tras cortar una oreja a cada uno de su lote. El de Fuenlabrada sorteó en primer lugar un gran toro de Peñajara que fue ovacionado en el arrastre: "Ha sido una pena que el viento no me dejara templarlo como quisiera. Me he entregado de verdad, estoy muy satisfecho. El toro ha sido excelente, bravo, muy bueno. No sé si merecía un toro tan bueno. Me he olvidado del cuerpo, en alguna ocasión he tenido que descomponer la figura para dominar el viento. Durante la lidia había que tratarlo mucho, medirlo y así lo hemos hecho, ha habido muletazos muy por abajo y muy profundos".

Otro trofeo sumó de su segundo, un sobrero de Carmen Segovia: "Ha tenido emoción pero pegaba tornillazos, aun así ha sido obediente. Estoy muy contento. Hacía mucho que no salía a hombros, no me acordaba de cómo era esto, bendita paliza. Sobretodo la segunda faena ha sido unánime, si a mil personas no les ha gustado... Esto me va a poner en el circuito. El toro ha sido muy fiero, la tomaba bien pero pegaba un hachazo, complicado pero ha sido agradecido. La puerta grande es la consecuencia del buen trabajo, no es un milagro, lo venía buscando y ha sucedido". / Redacción APLAUSOS.

VIGÉSIMO PRIMER FESTEJO DE ABONO – FERIA DE SAN ISIDRO EN MADRID: César Jiménez, en el podio de San Isidro

Y, con él, un excelente toro de Peñajara. *** Méritos y madurez del torero de Fuenlabrada en dos faenas de rigor clasicista, notable temple, son creciente y rotunda autoridad.
Brillante y completa tarde la de César Jiménez hoy en Madrid, cortando oreja cada uno de sus ejemplares, abriendo la Puerta Grande, cinco años después que lo hiciera en  esta misma plaza por partida doble. Foto: Javier Arroyo
BARQUERITO

EL PRIMER TORO de Peñajara fue de los más ásperos de la feria. Genio violento, sentido defensivo y por tanto muy agresivo: cabezazos sin cuento, siempre descompuesto. Había salido frío y al paso, pero las malas noticias llegaron en dos varas: una primera cobrada por dentro y a escape y una segunda con derribo en arreón de manso pregonado. Se levantó viento, hizo hilo el toro en banderillas, hubo un preciso quite de Jesús Arruga y, a pesar de que el estilo del toro era indisimulable, Eugenio de Mora se puso con él. Habría bastado y convenido un macheteo, después, si acaso, de haber enseñado el toro a quien no lo hubiera visto. Eugenio, sin embargo, insistió en trasteo de ingrato exponer: el toro le estuvo rebañado en todas las bazas, no hubo el menor reconocimiento y, a toro avisado, sólo cupo enterrar la espada en los bajos.

Contrastes propios de estos juegos: el segundo de corrida, del mismo hierro de Peñajara, vino a ser, en calidades y estilo, uno de los tres mejores de la feria. Toro de podio, digamos. «Rodalito», número 48, negro listón. 555 kilos. En hechuras de Tamarón-Conde de la Corte: largo y lomiliso, cuello de espléndida flexibilidad, afilado hocico, hondo pero estrecho, corto de manos. Tenía que embestir. Fijeza, prontitud. Tomó engaños por los vuelos, no fue de nota en el caballo pero salió del peto metiendo la cara y por abajo y, pese a amagar con dos escarbaduras y a dolerse en banderillas, estuvo el toro listo enseguida.

Viento de nuevo. Pero César Jiménez, encajado ya en el saludo de capa, quedó comprometido con un brindis al público. Cumplió con el compromiso: no se le fue el toro, lo lució, le dio sitio y aire, lo dejó encuadernadito. Descalzo de principio a fin de una faena que, brillante idea, vino a ser en el único terreno de Madrid donde no molesta el viento cuando se enreda. O donde menos molesta: tablas y rayas de los tendidos de sol que median entre la puerta de cuadrillas y la grande o mayor, que es por donde entran en turbión los remolinos. El 5 y el 6. La faena tuvo unidad de terrenos –señal de dominio- y tensión creciente. Segura desde el arranque –de rodillas y por alto César en la tanda de abrir, y dando al toro el cobijo paralelo de las tablas-, de clásicas medidas –tandas de cuatro y el remate-, de despaciosa composición, firme sin fisuras, aciertos en toques y enganches sin un solo renuncio.

Se pudo y dejó ver el toro en todos los viajes. Las dos últimas tandas, una por cada mano, fueron las dos mejores: una en redondo despatarrada, de soberbio ajuste, abrochada con cambio de mano y el de pecho, y otra por la zurda igual de despatarrada que la otra, con el remate de una trinchera y el del desdén. No se podía ir con las orejas el toro. Una estocada con fe, pero cobrada por delante. Rueda de peones. Una oreja. De ley, se dice.

Fue también bravo el tercer peñajara, pero no de la línea Tamarón sino de la de Contreras, que son las dos que, por separado o cruzadas, conviven en la ganadería. Contreras: corto el cuello, carita abierta, papada limpia. Se sentó dos veces como derrengado el toro. Falsa alarma, porque en la muleta se recompuso. La misma fijeza del segundo, no tanta categoría, pero toro más que notable. Nervioso Javier Cortés, ileso tras una caída. Estuvo con el toro, pero no se puso con él. Un pinchazo, un sartenazo –como decían los clásicos- y cuatro descabellos. Con el toro en los medios todavía entonces.

El argumento colateral de la corrida iba a ser, algo más tarde, una encendida polémica entre una minoría que trató de negarle el pan y la sal a César Jiménez con efectos retroactivos –cuando ya tenía ganada la puerta grande- y una especie de Frente Popular de Fuenlabrada y Candeleda –los dos pueblos de César, el de cuna y el de arraigo- que justo en los tendidos  5 y 6 estuvieron celebrando el triunfo pase a pase y por su paso. Con entrega. El tema: que si se le había ido sin torear un toro u otro. Sin torear se fue justamente ese tercero de la tarde.

Fuera de tipo, alto de agujas, gordinflón, rabicano y calzado, pezuñas rosadas, el cuarto saltó al callejón y persiguió, al volver a la arena, a un  arenero que no estaba en su sitio. Sólo el susto. Y el disgusto de Eugenio de Mora, porque, puesto por delante, taimadamente a la espera, mirón y buscón, a la defensiva, el toro no tuvo ni un verso.

El quinto fue del cupo de Contreras: frentudo, cabeza como enroscada, carillano y chato, mucha quilla, corto de manos, sienes menores. Estaba cojo. Buenas cosas dejó entrever. Pero fue devuelto. El sobrero, de Carmen Segovia, casi 600 kilos, fue ancho, alto y cabezón, descarado, de finas puntas, envergadura respetable, tronco de cilindro, popa inmensa. No tenía cuello, no descolgó porque no pudo. Y no humilló.

Tampoco este toro iba a írsele a César Jiménez, pero ahora le tocó a él poner más que el toro y su gente tuvo que empujar más que antes. Engallado por naturaleza, sólo en la media altura venía ese toro de tan ancho cacho. Tan ancho que César tuvo que cambiar de muleta enseguida: porque el viento le descubría la primera y menor, y porque necesitaba más peso en la mano. El manejo del toro fue notable. La inteligencia de, reunido de perfil, aprovechar bien viajes que César reclamó con el engaño por delante y a engaño puesto, las dos cosas. Breve y en terrenos abrigados, la faena tuvo unidad y criterio de buen torero. Una estocada sin puntilla. Y la oreja que abría la puerta grande y desató entre los indignados de sol y los del Frente Popular la más vibrante disputa dialéctica de todo San Isidro.

El sexto, colorado de pitones blancos, fue toro fiero, muy fiero. César Jiménez intervino en tres quites providenciales para salvar un caballo, un  picador y a un banderillero, y entonces cesó la gresca. Papeleta para Javier Cortés, que brindó al público, pero estuvo a las primeras de cambio a merced del toro, que arreó estopa y, enterado, era de pronto el dueño del combate.

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Buen torero de Cariñena: el valiente Arruga. Arruga pero bravo. Al César lo que es del César: dos orejas.

FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Peñajara (José Rufino), de buen cuajo y muy desigual condición, y un sobrero -4º- de Carmen Segovia, de fea y seria traza, mucha cara y diligente empleo. El segundo fue en al muleta extraordinario; bravo el tercero. Mansos con sentido primero y cuarto. Fiero el sexto.
Eugenio de Mora, de yema y oro, silencio en los dos. César Jiménez, de añil y oro, una oreja en cada toro. Salió a hombros. Javier Cortés, de violeta y oro, silencio en los dos.
Notables pares de Jesús Arruga, Daniel Ruano y José Manuel Infante.
Martes, 31 de mayo de 2011. Madrid. 21ª de abono. Casi lleno. Nubes y claros, ventoso.

lunes, 30 de mayo de 2011

La familia de la víctima del accidente dice que Ortega Cano había bebido

Esta es parte de la carrocería del Mercedes Benz en el que iba manejando Ortega Cano, presuntamente bajo los efectos del alcohol, según familiares del otro conductor fallecido. Foto: EFE
SEVILLA.- La Guardia Civil investiga las causas del accidente de José Ortega Cano en el kilómetro de la carretera A-8002, en el término municipal de Castilblanco de los Arroyos (Sevilla). En el atestado inicial la Benemérita ya apuntó que el torero iba a "una velocidad inadecuada".

Por las marcas dejadas por los neumáticos en este tramo de vía, Ortega Cano conducía a más de 90 kilómetros por hora y, al parecer, justo en la curva, dio un volantazo que lanzó su automóvil al carril contrario, colisionando de frente con un Seat Altea que conducía un vecino de Castilblanco de los Arroyos, Carlos Parra. Ortega estuvo más de una hora atrapado en su coche.

Según la información ofrecida por la agencia Atlas, un cuñado del fallecido en el accidente ha dicho que llegarán en este asunto hasta el final porque tiene datos de que Ortega Cano estuvo bebiendo antes coger el coche, si bien, hasta la fecha, no lo han denunciado ante el juez.

'SIGUE CON FIEBRE ALTA Y RESPONDE A LAS TRANSFUSIONES'

José Ortega Cano se mantiene 'hemodinámicamente estable' según el parte médico emitido por el Hospital Virgen Macarena. El diestro, según palabras de su sobrino Francisco Ortega 'tiene incluso unas décimas de fiebre, que los médicos nos han dicho que es buena señal, porque es una reacción natural del cuerpo ante las transfusiones recibidas durante la operación. Estamos esperanzados porque según los médicos hay pequeños síntomas de mejoría'.

Las últimas 24 horas, que el diestro ha pasado con una fiebre alta, han sido cruciales, pero el hecho de que no existan altibajos, es decir, ni empeoramiento ni mejoría de su estado, son noticias positivas, puesto que no olvidemos que sigue estando grave y sigue bajo sedación y sueroterapia.

Según el parte médico emitido por el Centro Hospitalario donde se mantiene Ortega Cano, en la Unidad de Cuidados Intensivos: 'El paciente se mantiene bajo sedoanalgesiado, con ventilación mecánica y hemodinámicamente estable dentro de la gravedad'. / ELMUNDO.es – mundotoro.com

VIGÉSIMO FESTEJO DE ABONO – FERIA DE SAN ISIDRO EN MADRID: Dos nuevos: uno sin suerte, Silveti, y otro con ella, Cerro

Así se pasó de cerca Diego Silveti los bellos utreros de El Ventorrillo, en su debut ayer en Madrid, donde se le midió con la púrpura que impone la catedral del toreo. Foto: Javier Arroyo
BARQUERITO

NO TUVO SUERTE ni conoció mejor fortuna Diego Silveti en su debut de novillero en la Plaza de Madrid. El peso de la historia. Aquí, y en Sevilla también, hace más de medio siglo y en competencia con los grandes de su tiempo, se ganó de torero grande su abuelo paterno, Juan Silveti. En esta misma plaza, una tarde ventosa de San Isidro de 1987 se templó a modo con un toro del hierro mexicano de San Mateo David Silveti, su difunto y llorado señor padre. Y aquí se hizo querer también su tío Alejandro Silveti, con quien resucitó hace veinte años la emoción entonces olvidada del pase cambiado por la espalda en cite desde el platillo y librado en sólo el último segundo. Su bisabuelo, el Juan Silveti que fundó esta dinastía singular nació en Guanajuato hace 120 años y en la vieja plaza de la carretera de Aragón sufrió en su día de los años veinte una gravísima cornada. Estaba en el patio de caballos, y en traje de luces, una parte de la historia taurina de México.

En el patio de arrastre, a la hora de los toros, otra parte no menor de esa historia: Miguel Armillita con su hermano Fermín, también matador de toros, convocados para la conmemoración española del centenario del nacimiento de Fermín Espinosa “Armillita Chico” su señor padre, tal vez el más largo, poderoso y profundo de los toreros mexicanos de todas las épocas. De Miguel Armillita es una de las faenas leyenda de los últimos tiempos: la del festival de homenaje a Julio Robles en Madrid. Nunca se había visto torear aquí con tal temple. El temple del toro mexicano. Pero con el toro español.

De vuelta al día de la fecha, una novillada de El Ventorrillo, la tercera de las tres del abono, la que más novios tenía. Pero que sólo dio un novillo sobresaliente –el último de los seis, de pinta barrosa, acucharadito, no bueno sino mejor, y sólo rajadito muy a última hora; otro bueno de verdad aunque muy llorón y un punto mansito –que hizo tercero- y, en fin, un segundo y un quinto que ni carne ni pescado pero tuvieron los dos su enigma.

Por antigüedad encabezaba terna el joven Silveti. Los dos toros de peor nota, primero y cuarto, le entraron juntos en lote. Un primero de trote perdiguero sin la menor fijeza, la cara por las nubes y de mucha violencia si se le interponían. Entonces arrollaba. Y un cuarto, de lindo remate, que suelto y distraído estaba rajado al segundo asalto. Silveti, indemne tras una caída al descubierto cuando lidiaba antes de picas,  pretendió quitar en tragantón por gaoneras en su primera salida en firme. Improcedente e inviable idea: se fue el toro suelto, que luego arreó sin norte. Por todas partes de la plaza –tablas, el tercio, los medios y toriles. Intentó Silveti encontrar cómo sujetar al toro que se le huía o que no consentía más de dos viajes seguidos. Puro pundonor. Lo empaló el toro y le pegó una voltereta monumental. Una estocada con vómito. Pitos fuertes para el toro en el arrastre.

Y no mayor fortuna luego: un hermoso quite por mandiles al tercero de corrida con el acento mexicano de reunirse sobre la pierna de entrada y no la contraria, que embellece la suerte y la corrige; y un hermoso arranque de faena con el cuarto: la manera de ponerse, llegar y estarse antes del propio comienzo –que parecen saberes heredados- dos estatuarios cosidos en el platillo con el cambiado por la espalda, dos en la suerte natural y el de pecho obligado. Y ya se fue el toro de la pelea. Un intento de meterlo por la mano izquierdo en muletazos ayudados y abiertos; una poderosa tanda de dominio con la diestra pero deslucida por un desarme. Un cambio de mano por delante, un intento de bernadinas castigado con una empellón y desarme, raje del toro, dos pinchazos, seis descabellos, sonaron hasta dos avisos. Como el sexto novillo fue de bandera, pareció lógico esperar de Silveti un quite a modo. No lo hubo. Estaría sin moral.

No le salieron las cosas al segoviano Víctor Barrio, tenso e inseguro en los dos turnos, los brazos rígidos, las distancias equivocadas, los toques a destiempo, agarrado a los engaños y no sujetados éstos por él, en rectificaciones obligadas porque se le echaron encima los dos toros. Cualquier parecido con el Barrio de su presentación en Madrid hace un año, o con el de hace sólo dos semanas en San Isidro, fue mera coincidencia.

Además del de Diego Silveti, estaba el debut de un novillero extremeño, de Navalmoral de la Mata, tierra de castañares y tabaqueros en Cáceres, alumno de la Escuela de Badajoz, ya célebre. La fama a Cerro se la ha dado su apoderado: José Ortega Cano. En horas trágicas Ortega, cuyo nombre iba de boca en boca como una plegaria. Los dos toros de nota para su discípulo. Gran ocasión. Un quite despacioso en el segundo de corrida fue tarjeta de presentación. Notorio. Suaves lances al tercero confirmaron su habilidad; no tanto una réplica por delantales al que acaba de ser, con Silveti en juego, el quite de la tarde. Y dos trabajadores prometedores, pero de más a menos. Con sus vicios –el de torear a suerte descargada y más en línea que para dentro, o el de componer la figura en los remates por abajo, o el de retorcer la muñeca en el toreo de muleta suelta- y con sus virtudes: la colocación, el buen manejo de avíos, la listeza, el acoplamiento de telas en la velocidad del toro, los recursos de un oficio hasta sorprendente.

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Armillita en persona: un saludo. Qué torero! Y el recuerdo del Rey David.

FICHA DEL FESTEJO
Seis novillos de El Ventorrillo (Fidel San Román). De serio y bello remate, pero muy desigual condición. Excelente el 6º, que embistió y repitió con nobleza y temple. Bueno pero un punto manso el 3º. Manejables un 2º asperito y un 5º poderoso. Muy manso, se huyó el 1º. Se rajó enseguida el 4º.
Diego Silveti, de azul prusia y oro, de Irapuato, México, nuevo en Madrid, palmas y silencio tras dos avisos. Víctor Barrio, de mahón y oro, saludos y silencio tras un aviso. Rafael Cerro, de Badajoz, nuevo en Madrid, de blanco y golpes de plata y oro, saludos tras un aviso y silencio tras un aviso.
Lunes, 30 de mayo de 2011. Madrid. 20ª de abono de la Feria de San Isidro. Tres cuartos largos. Primaveral, algo ventoso.

domingo, 29 de mayo de 2011

DECIMONOVENA CORRIDA DE ABONO – FERIA DE SAN ISIDRO EN MADRID: Tragón y refinado César Jiménez, mansos samueles

Una faena armada y linda del torero de Fuenlabrada con un toro descaradísimo de López Flores, único potable de la corrida. *** Vibrante en  banderillas Antonio Ferrera.
Ante un aparatos como costumbre encierro del hierro manchego de Samuel Flores, César Jiménez y Antonio Ferrera han lucido más de la cuenta, ante las nulas posibilidades de los corralones ejemplares corridos. Foto: EFE
BARQUERITO

ABRIO UN TORACO cuajado, ensillado, de carnes colgantes, papudo, muy abierto de cuerna. Chorreado. Las manos por delante, frenazos cuando medio pasaba, de irse de engaños. Suelto de capotes y de caballo, genio de blandear. No estaba para banderillas de firma, porque no hubo manera de que se fijara, pero Padilla se animó e invitó a Ferrera a compartir tercio. La moral del Alcoyano. Un cuarteo fácil de Padilla, uno más arriesgado de Ferrera con recorte bueno en la salida y, al fin, un excelente tercer par del propio Padilla de dentro afuera. Iba a ser tarde de toros mansos –cuatro de seis- y de tercios de banderillas de alarde. Otros tantos. A toro negado y brusco, que no estuvo buscando más que hueco por donde escapar, Padilla contestó remangándose. El mono de trabajo. Hasta que se hartó. Tomó la espada y se le fue la mano muy a los bajos.

El segundo samuel fue el más armado de San Isidro. Aguadañado de cuerna, porque eran finas cepas y mazorcas, y su curva era como hoja de guadaña. Bizco, pero imponía igual por una mano que por otra. Toro nervioso y trotón, que zurció a cornadas el peto de picar y hasta al aire pegó gañafones. No se arredró Ferrera. Banderillas: el tercer par, de poder a poder en los medios, fue de mérito mayor. El de Padilla, sacando los brazos de abajo, fue de facultades y rigor notables. No cabía el toro en el engaño –la muleta minúscula de Ferrera-, no paró de bramar y, cuando lo convencía Ferrera, los viajes eran o de puntear o de soltar trallazos. No es nueva la habilidad de Ferrera para resolver papeletas. Ésta misma, que no era sencilla. Una faena muy de sol de domingo de San Isidro: las tres cosas. De asustar a los que se asustan por sistema. Hasta que se afligió el toro. Imposible cruzar por la guadaña derecha con la espada. Dos pinchazos y una estocada en el chaleco, como dicen los castizos. Los dos primeros toros rodaron en vómitos terribles. Los areneros tuvieron más trabajo que ningún otro día.

El tercero, colorado de palas marfileñas, cuerda inmensamente larga, fue tan aparatoso y ofensivo como el que más. Llevaba el hierro de la efe –de López Flores- pero no estaba en el tipo de los samueles ni en el de los viejos flores jijones. Tal vez un cruce con el “encaste dominante”, porque, efectivamente, el toro tuvo unos pies de salida y una nobleza diferentes. Siempre levantado, no humilló ni una sola baza. Pero atendió a reclamo. Tampoco cabía en engaño. Estuvo encajado y seguro, valeroso y en torero César Jiménez, que llegó a traerse el toro despacio y a tocarlo con delicadeza, y a asustar no sólo a los asustadizos sino a muchos de los que se pretenden de vuelta. Una faena de tensión, porque las antenas del toro escalofriaban, y, además, bien construida. Breve porque no duró el toro lo que debía y empezó a salirse suelto antes de tiempo. Un pinchazo, media tendida. Bonita la entereza de César. Su serenidad y saber hacer.

El cuarto, negro y largo, sacó  hechuras clásicas de lo viejo de Samuel. Fue de los cuatro samueles el único que apretó en el caballo y en varas –lo mismo en un puyazo corrido en la puerta que en dos de propina en su sitio, y picó muy bien Antonio Montoliú- y el único que en banderillas se movió con aire de bravo. Pero se dolió de los garapullos, arreó testarazos y adelantó por las dos manos. Se acabó apalancando. Padilla había salido con ganas visibles –se dice que es el torero de la casa- pero al quinto muletazo sentiría que la causa era imposible. Y abrevió. La estocada, al segundo viaje, fue de las de Padilla: notable.

El quinto, del hierro de la efe y sus hechuras tan singulares –flaco, estrecho, alambicada cara-, era todo cuernos y sólo cuernos. Y estaba cojo. Lo devolvieron. El sobrero de Los Chospes, con aire de bisonte –el cuello era el morrillo y viceversa- galopó al caballo pero se escupió, y tomó capotes por los vuelos en falsa promesa de toro bravo. Bravucón y punto.

Manzanares padre definió un día a cierta clase de toros como “faltos de formalidad”. Eso pasó con éste, que se acostó por las dos manos y, sin que se notara, se defendió. Ferrera cumplió un memorable tercio de banderillas, que comenzó con un corito de reventadores tan insultante como de costumbre pero terminó con casi veinte mil gentes de pie y un runrún formidable de admiración. Un par en los medios con recorte y cambio antes de reunión y un tercero de cara en tablas con solución parecida –recortes y carrera de salida por delante- fueron logro mayor. No la faena porque el toro se le puso protestón y no le dejó acoplarse. No se podía. Dos pinchazos, media, un descabello, el toro murió en tablas.

Y el último: mansísimo gigante retinto, frenado y distraído, larguísimo, montado, bruto y renegado, que se fue de engaños al trote y sacudiéndose. Una prenda. Pero volvió César Jiménez a ponerse, a estarse sin afligirse, a tragar inciertos arreones de amago tan de toro rajado. Una bella tanda de castigo antes de igualar. Una estocada. Descabellos tres.

FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Samuel Flores, -el tercero, con el hierro de López Flores- y un sobrero -5º bis- de Los Chospes (Fernando Moreno), abisontado, bravucón e informal. De los cuatro samueles, embastecidos, el segundo, aguadañado de cara, fue particularmente ofensivo. Muy feo un sexto retinto de 600 kilos. Sólo el cuarto se empleó en el caballo, donde se blandearon los otros. El sexto fue uno de los más mansos de la feria. Rajados los dos primeros; se dolió y cabeceó el cuarto. El toro de López Flores, descaradísimo y muy astifino, no estaba en tipo. Sin llegar a descolgar ni romper, tuvo nobleza.
Juan José Padilla, azul marino y oro, pitos y silencio. Antonio Ferrera, de grana y oro, silencio y silencio tras un aviso. César Jiménez, de verdolaga y oro, saludos y silencio.

Ortega Cano continúa 'muy grave' en la UCI tras otras seis horas de operación

Según el primer atestado, el diestro invadió el otro carril en una curva. *** La fuerza del impacto hizo que el motor del otro coche saliera despedido. *** Un tercer vehículo colisionó con esta pieza, pero su conductor salió ileso.
En la grafica, de la EFE, resto del coche de Ortega Cano, tras el “boche” y que le tiene en delicado estado de salud, así como la muerte del otro chofer con el que se estrello “de frente” ayer.
SEVILLA.- El ganadero y ex matador de toros José Ortega Cano continúa en estado "muy grave" y en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) después de haber sido operado durante seis horas y media por un equipo quirúrgico del Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla, centro donde fue ingresado en la noche de este sábado después de sufrir un accidente de tráfico en el que su vehículo colisionó con otro falleciendo el conductor del otro utilitario.

Según un comunicado remitido por dicho centro hospitalario, con esta operación "se ha podido resolver un punto sangrante de colon y se ha fijado una fractura múltiple de fémur" que presentaba el diestro cartagenero. De esta forma, tras la intervención quirúrgica, el paciente ha sido trasladado de nuevo a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde permanecerá de momento para su vigilancia postoperatoria.

Asimismo, en el mencionado comunicado, la familia de Ortega Cano, que ha sido operado por un equipo de cirujanos generales, cardiovasculares y traumatólogos, expresaba su "agradecimiento por el interés demostrado hacia la salud" de su familiar.

El accidente de tráfico tuvo lugar alrededor de las 22.30 horas de ayer sábado, cuando el vehículo del matador de toros colisionaba frontalmente con otro, cuyo conductor, C.P.C., de 48 años de edad, ha fallecido en el kilómetro 28 de la carretera A-8002 que va de la capital a Castilblanco, en concreto, a la altura de la urbanización La Colina. El grupo de atestados de Tráfico de la Guardia Civil investiga las causas que provocaron el accidente.

Igualmente, dichas fuentes han precisado que, como consecuencia de la colisión frontal entre los vehículos de ambos, se produjo un segundo impacto de otro automóvil con el vehículo que era propiedad de la persona que ha muerto, si bien, este conductor resultó ileso. / EUROPA PRESS

ORTEGA CANO VIAJABA A UNA 'VELOCIDAD INADECUADA' E INVADIÓ EL CARRIL CONTRARIO

Ortega Cano podría ser el causante del siniestro que ha provocado la muerte de otro conductor y por el que él mismo se encuentra en estado crítico.

Según los datos que recoge el primer atestado elaborado por la Guardia Civil, el torero "circulaba a una velocidad inadecuada para el trazado de la vía" donde tuvo lugar el siniestro, en el kilómetro 28 de la carretera A-8002 que va de la capital a Castilblanco, en concreto, a la altura de la urbanización La Colina.

Al parecer, el diestro se dirigía a su finca 'Yerbabuena' tras dejar a su hija en casa de unos amigos. Según el citado atestado, como consecuencia de esa velocidad excesiva para las condiciones de la vía, el torero, que conducía un coche de la marca Mercedes, invadió el carril contrario y chocó con un Ford Focus, cuyo conductor fallecía en el acto.

En el siniestro hubo un tercer vehículo implicado, un C15. Los datos recabados apuntan a que, tras la fuerte colisión entre los dos primeros coches, el motor del Focus salió despedido y quedó sobre la carretera, motivo por el que otro turismo que circulaba en ese momento por la vía chocó con él, aunque afortunadamente su ocupante resultó ileso.

Los bomberos tuvieron que excarcelar a Ortega Cano del amasijo de hierros en que se había convertido su coche. Dado su mal estado no se le pudo practicar la prueba de alcoholemia, aunque no presentaba síntomas, según la información recabada por ELMUNDO.es de Andalucía. / Chema Rodríguez

sábado, 28 de mayo de 2011

Herido grave Ortega Cano en un accidente de tráfico en Sevilla

El otro conductor implicado en el accidente ha fallecido en el acto.
EUROPA PRESS - Sevilla

El veterano torero José Ortega Cano ha resultado herido de gravedad en la noche de este sábado tras colisionar frontalmente su vehículo con otro coche en la Sierra Norte de Sevilla, según han informado a Europa Press fuentes de la investigación, quienes han precisado que el conductor del otro vehículo ha fallecido en el acto a consecuencia del impacto.

Las mismas fuentes han indicado que el accidente se ha producido en torno a las 23.15 horas de este sábado en una carretera de la Sierra Norte sevillana, cerca de la finca que el diestro posee en la localidad de Castilblanco de los Arroyos.

Tras el accidente, cuyas circunstancias se desconocen hasta el momento, el diestro ha sido trasladado al Hospital Virgen Macarena de la capital hispalense, donde ha ingresado en estado grave.

DECIMOCTAVO FESTEJO DE ABONO – FERIA DE SAN ISIDRO EN MADRID: Leonardo triunfador, tarde de percances

Tres orejas, puerta grande, Madrid sigue siendo talismán para el joven rejoneador extremeño. *** Cornada fatal del caballo «Passapé», de la cuadra de Moura Cateano.
Nueva Puerta Grande del jinete Leonardo Hernández, la cuarta de su carrera, en la segunda corrida de rejones del San Isidro 2011, donde Moura Caetano sufrió la perdida de un caballo, así como heridos otros tres para el resto de la terna de rejoneadores. Foto: EFE
BARQUERITO

UNA MELODRAMÁTICA corrida de rejones: dos notables caballos de la cuadra de Moura Caetano heridos, y uno de ellos hubo de ser sacrificado; dos caballos más alcanzados pero sin lesión seria en apariencia, uno de Leonardo y otro de Galán. Sobresaltos en tobogán inesperado, porque tres de las cuatro cornadas y cogidas de los caballos –«Garabito» y «Passapé», los de Caetano, «Templario» el de Leonardo, «Vidrié» el de Galán- llegaron en ataques defensivos o arreoncitos de los toros y no en reuniones de riesgo o toreo mayor.

La corrida de Luis Terrón fue de pobre nota: un quinto de imposible mansedumbre, y que causó al cabo la mortal cornada de «Passapé», un precioso castaño lusitano que toreaba por primera vez; un cuarto que, sin encelarse propiamente, pegaba topetazos. No tan en negativo los demás. El sexto, que saltó al callejón, fue el toro de la tarde, se empleó en galopes nobles y se entregó sin desmayo. Un primero demasiado quebrado por dos rejones de castigo se aplomó antes de hora; demasiado herido también el segundo, que fue bravo en el tercio de castigo, pero se paró; demasiado distraído y un punto incierto el tercero.

Y el público de la segunda de rejones del abono, que es más emocionable que el de la primera, porque la primera suele ser la buena –y así este año también- o la mejor de las dos. Las cornadas de los dos caballos de Cateano produjeron general consternación. No tanto la del caballo «Garabito», herido en el anca izquierda por perder un paso tras una clavada de alto riesgo, como la del novel «Passapé», forzado a reunirse en corto con el manso quinto que estaba a la espera. Bastó con un derrote seco para herir en los cuartos traseros, por las ingles de la pata izquierda; la cornada, con toro encelado y jinete desmontado, fue casi en chiqueros, y se oyeron gritos de espanto. La misma ebriedad ingenua con que se celebran en estas corridas los carruseles de cortas y violines, o las galopadas de costado, se vuelve un grito de inconsolable espanto cuando cae herido en combate un caballo. El que sea. Éste era una verdadera maravilla.

Con el acre sabor de la tragedia todavía en la boca, el sesgo de la corrida pegó un cambio de teatro al soltarse el sexto, que saltó al callejón, como tantos de los buenos de sangre Murube, y que en cuanto volvió a la arena no paró de galopar y hacerlo con caro son. Y entonces –“¡que siga el espectáculo…!”- el joven Leonardo puso las cosas en orden con supina diligencia. Sin arriesgar sino lo imprescindible: dos rejones de castigo en reuniones por los adentros, las primeras farpas en rayas o tercio y asegurando las reuniones. Pero ya hubo una de frente y al cambio más descarada y, al fin, salió la estrella de la cuadra, un fantástico tordo «Xarope», y a dos manos –en corto el ataque- y con las banderillas cortas al violín dejó la situación del todo gobernada. Y parecía una clásica de rejones, de las de vale todo, todo vale. Una estocada perfecta y cobrada a ley. Dos orejas, puerta grande.

Los coros de palmas de ganso, que hicieron su aparición en las corridas de rejones hace tiempo, sonaron menos de lo normal, porque salvo en el caso del gran sexto de corrida, no se igualaban los toros ni se fijaban de lejos. Tocó, por tanto, sorprender o aprovechar. Aquilatar. Galán provocó mucho con excelentes galopes de costado de un tordo «Ojeda» y, antes de parársele el primer toro, se lució en dos farpas al cambio. Mató heterodoxamente –el rejón blandido por delante y no esgrimido en la suerte-, a la faena le faltó unidad y al palco no le salieron las cuentas de pañuelos de oreja. Se enfadó la parroquia, que luego recompensó a Galán exageradamente. Buenos aires sobre ese caballo tan mitológico llamado «Apolo», pero no había toro y costó llegarle o meterse con él.

Lo más puro y caro de la tarde fue la reunión del primer rejón de castigo en el segundo toro: impresionante el ajuste de la reunión tras galope de largo del toro aún crudo, soberbia la salida por el costado de Moura Caetano, sublime la cintura del caballo En aires de escuela se prodigó Cateano más que ninguno. Sufrió desarmes al entrar a matar. Después de la cornada fatal de «Passapé», se le vio casi descompuesto. Sólo la entera para matar el toro al que, por cierto, llegó a engañar con habilidad mientras barbeaba.

A Leonardo le bastó con un carrusel de tres cortas al violín, un desplante temerario y un notable rejonazo de muerte para ser reconocido, ya en el primer turno, como el héroe de la tarde.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros despuntados para rejones de Luis Terrón, de desiguales hechuras. Excelente el sexto; demasiado manso el quinto. Manseó mucho el cuarto. Manejables los otros tres, que no regalaron, sin embargo, un solo viaje.
Sergio Galán, palmas tras petición y vuelta. Moura Cateano, saludos en los dos. Leonardo Hernández, oreja y dos orejas.
Sábado, 28 de mayo de 2011. Madrid. 18ª de abono (Segunda corrida de rejones del ciclo). Lleno. Muy caluroso.

viernes, 27 de mayo de 2011

DECIMOCTAVO FESTEJO DE ABONO – FERIA DE SAN ISIDRO EN MADRID: Carácter de El Fandi frente a sus reventadores


Blanco de agravios, el torero granadino responde con honradez y profesionalidad. *** Corrida de cuatro hierros y tres sobreros. *** Un distinguido toro de José Luis Iniesta. 
Importante, pese a la contra de un sector de público, la entrega y disposición de El Fandi en su único paseíllo en Madrid, donde ha dejado todo de si en aras de voltear lanzar por cañas. Foto: EFE

BARQUERITO

UNA ENSALADA DE toros de cuatro casas: cuatro del hierro anunciado de Las Ramblas, que fueron, cada uno, de su padre y de su padre, es decir, muy diferentes; un toro de José Vázquez que completaba la corrida de Las Ramblas; y tres sobreros: uno muy feo y basto del propio Vázquez, devuelto por claudicar; otro, especie de cabrichoto de los Ortigao Costa, que se soltó sin divisa, fue el más enclenque y esmirriado de cuanto va de feria y acabó volviendo a corrales porque después de la segunda vara se desinfló como globo pinchado; y, en fin, un tercer sobrero, de José Luis Iniesta, que hizo cuarto tris y fue, por cierto, el toro de la tarde.

El Cid había firmado la corrida de Las Ramblas y cambió para bien la moneda, porque el toro de José Vázquez tuvo nobleza antes de rajarse y por eso no le hizo sufrir y porque el toro de Iniesta –castaño de hermoso porte, algo montado pero de glorioso remate- descolgó con calidad y nobleza, y fue con diferencia el mejor de los nueve que se soltaron en una de esas corridas culebreras de San Isidro que empiezas a las siete y terminan dos horas y media después.

A ese impensado golpe de teatro y fortuna correspondió El Cid con bastante entrega. El toro hizo salida de enterado –señal de que llevaba en corrales algunos días- pero rompió a galopar enseguida. Excelente el estilo. Tenía ganas de correr. Según costumbre o vicio, El Cid abusó de los capotazos de brega y doma, que mortifican al toro que sea. Corrido, el toro cobró un buen puyazo primero, se movió de bravo en banderillas y estuvo en la muleta enseguida. Listo, El Cid abrió sin pruebas: de largo, casi en los medios y dando al toro viaje a querencia, con la zurda y mano baja, engaño por delante. Perfecto. Tres tandas de signo declinante, sin embargo: mejor la primera que la segunda, y la segunda que la tercera, porque en el primer muletazo que vino sin tocar se metió el toro y El Cid lo acusó. Abrir tanta distancia en cada tanda no fue el mejor remedio porque al toro ni le sobraban ni le faltaban las fuerzas. Al menor tirón, perdía el ritmo. Y luego lo recomponía, porque El Cid abrochó tandas con la idea de asentar al toro.

Los cambiados de remate fueron por el mismo pitón izquierdo. No el de pecho obligado. Con la diestra El Cid  se abrió en exceso, pero se columpió él mismo más que el toro, que vino por fuera y por eso rebrincado. Fue, por tanto, faena de más a menos. Se quedó con la miel en los labios todo el mundo. Incluido el toro de José Luis Iniesta, que nunca había lidiado en las Ventas un toro a su nombre –sí despuntados para rejones del hierro de Los Espartales- y que se soltó sin divisa.

El Cid tuvo de cara ese toro y el favor de su gente de Madrid, que lo quiere de verdad. Es probable que el papel de “consentido”, como se dice en taurino mexicano, haya venido a manos de Talavante, igual que El Cid lo heredó de César Rincón. Pero por ser El Cid, y sólo por eso, el toro más birria de toda la feria, el segundo sobrero de los Costa, se jugó sin una sola reclamación. Si ese toro le toca a otro, queman la plaza.

El Fandi fue, esta vez, y por parte del sector calvinista, blanco de toda ira. Una especie de odio africano fuera de toda proporción o medida. Lo estuvieron friendo desde el principio. Protestaron el primero de sus dos toros de lote, que, zancudo y musculado pero no relleno del todo, tuvo sus dos puntas finas y visibles y que, muy tardo, escarbador, frenado y algo revoltoso, no fue sencillo. En banderillas, en tercio seguro y cumplido, El Fandi tuvo que oír frases insultantes, vejatorias. Un agravio insólito.

La respuesta de El Fandi fue admirable: salir por todas en el otro turno, con un quinto colorado empedradito, serio y remangado, que fue el más astifino de la corrida. Una larga cambiada en tablas, seis lances de salida de importante temple –porque cuando El Fandi se templa de capa con un toro, va en serio, y aquí se quedaron muchos con la boca abierta-, una lidia competente de verdad –sobre todo una larga de recurso para sujetar una huida del toro-, dos pares de banderillas comprometidos y reunidos, y una faena de muleta que, brindada al público, dio de sí lo mismo que el toro, que sólo quería medias alturas, no tenia golpe de riñón y miraba al volverse. Y se acabó parando antes de tiempo. Por si quedaba alguna duda, una estocada extraordinaria, de las mejores de la feria, y dejándose llegar el pitón de cruce hasta los alamares del chaleco. El Fandi volcó a favor el ambiente. Parecía imposible. No le dejaron salir a saludar los mismos que habían ido a los toros sólo para asarlo.

Con la hierba en la boca, llamado para una sustitución en San Isidro apenas dos semanas después de la confirmación de alternativa, el mexicano Arturo Saldívar pisó plaza con firmeza y entrega indiscutibles. El toro más chico e inocuo de los cinco de Las Ramblas sorteados; el más grande, un casi mastodóntico cinqueño ya al borde de la edad reglamentaria. Áspero, parado, a la espera, a porrazo limpio, este sexto, que miraba por encima de los engaños, le dejó entretenerse bastante menos que el tercero. Pero con los dos se quedó muy quieto. Dos veces se trajo atrás en semicírculo al sexto, y eso fue machada y milagro. Estuvo muy de verdad con el tercero. O sea, muy valiente. Improvisando y sorprendiendo. Sin redondear: es torero nuevo.

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Hoy hace cuarenta y tantos años que juré bandera en la Escuela de Transmisiones de Cuatro Vientos. Voluntario de Aviación. Hijo del cuerpo. Era un jueves de Corpus Christi. Por la tarde fuí a Las Ventas. Toreaba Bernadó.

FICHA DEL FESTEJO
Cuatro toros -2º, 3º, 5º  y 6º- de Las Ramblas (Daniel Martínez), muy desiguales de hechuras y condición, cinqueños dos de ellos, sin entrega ni fondo; uno de José Vázquez, cuarto de sorteo, que completaba corrida, y, a turno corrido, jugado de 1º bis, grandón, noblote y sin fuerza;  y uno de José Luis Iniesta –tercer sobrero y jugado de cuatro tris- de lindo trapío, bellas hechuras y muy notable son.
El Cid, de nazareno y oro, ovación y silencio. El Fandi, de negro y oro, silencio y ovación, Arturo Saldívar, que sustituyó a Curro Díaz, saludos y silencio tras un aviso.
Viernes, 27 de mayo de 2011. Madrid, 17ª de abono de la Feria de San Isidro. Casi lleno. Nubes y claros. Primaveral. Sin apenas huella de las grandes tormentas del día en el piso de plaza.